sábado, noviembre 02, 2013

Locura

Loco. Demente. Chiflado. Lunático. Alienado. Insensato. Sin juicio. Fuera de sus cabales. Cuántas palabras para describir lo que no nos parece acorde con la norma de comportamiento. Cada época define sus criterios de normalidad basados en la razón, y todo quien se salga de ellos, será juzgado como loco.

Actualmente, entonces, ¿quién es el loco? Dirán que el habitante de la calle es un loco, o el artista apasionado, o el gay, o el demasiado alegre. Claro que también están los que no son locos, sino los que están locos; es decir que aún se pueden rescatar de la locura, porque su estado es temporal, no permanente. Y ¿quién está loco? Rumoran que el de temperamento cambiante, el de expectativas irreales, el celoso, y no falta el atrevido que afirma que todos estamos locos. Ante esa acusación, salta el defensor de la cordura y alega en favor de su perfección mental (iluso).

Pero ¿por qué tanta ofensa? En efecto, todos estamos locos, todos tenemos alguna peculiaridad de resaltar que nos hace locos. El hecho es que tememos que nos rotulen como locos muy seriamente, porque a los locos se les restringe sus derechos y se les encierra, y porque los locos están alienados y porque ha de ser horrible no tener razón.

Pero los que están encerrados no son los locos, y los que han estado encerrados no han sido necesariamente locos. Los encerrados son enfermos mentales, son personas a las que no se les puede culpar por sus acciones, porque sus acciones y responsabilidades se escapan de su control consciente. Y si están alienados es porque los que estamos afuera los hemos alienado: si apartamos a alguien de la sociedad, claramente le estamos alienando. Y no es que los locos no tengan razón, es que su razón es diferente a la que domina su alrededor. Esa frase, que se ha hecho cliché en los adolescentes gracias a las redes sociales, que dice: “No estoy loco, es solo que mi realidad es diferente a la tuya” (Lewis Carroll) es bastante cierta, de hecho. Un loco está loco porque los cuerdos lo dicen, por el hecho de ser diferente, de no cumplir con los parámetros que los cuerdos dictan para ser uno de ellos.

Pero entonces, si los que creíamos locos realmente, no están locos, sino que simplemente tienen una enfermedad, ¿quiénes son los locos de verdad? Bueno, pues por mucho que lo temamos, los locos somos los que no estamos encerrados, ya que somos los que en nombre de la razón hemos hecho las más grandes locuras, los que hemos encerrado y alejado a quienes no queremos ver porque perturban nuestra sociedad racional y productiva.

¿Que qué locuras hemos hecho en nombre de la razón? Bueno, enumerar guerras y catástrofes no sería breve, pero con unos ejemplos bastará para que entiendan: el holocausto nazi, las cruzadas cristianas, el “encierro” a los cubanos en su isla, la conquista a América, los falsos positivos de años recientes en Colombia, y podemos seguir nombrando locuras. Lo que quiero decir es que en nombre de la razón se ha asesinado, violado, secuestrado, robado y cometido muchos crímenes más, y quienes han hecho estas locuras son considerados cuerdos.

Cabe aclarar que cuando hablo de razón me refiero a los parámetros que tiene un contexto (una sociedad en una época) para funcionar como le conviene a los que tienen el poder de ese contexto. No me estoy refiriendo necesariamente a la razón intelectual como facultad del pensamiento humano.

Pero creo que no siempre hay que temer ser loco. Después de todo, todos estamos locos porque todos somos diferentes de algún modo resaltable que nos hace parecer locos para unos u otros. Además, la razón no siempre es el mejor estilo de vida. Como lo veo, en la sociedad contemporánea la razón está en ser capitalista y consumista, en vivir para producir y acumular riqueza, para alcanzar el éxito profesional y para tener los últimos adelantos de la tecnología. Entonces una persona que no tiene tiempo para detenerse y mirar lo lindo del cielo, que mantiene un ceño fruncido debajo de sus gafas, porque el computador le ha dañado la visión, pero su visión perdida fue un sacrificio necesario porque solo así puede trabajar para ganar dinero para adquirir entretenimiento que nunca puede disfrutar y asegurarse un buen nivel de vida para tener salud y seguir trabajando; esa persona es cuerda. Y si alguien tiene el descaro de vivir sonriendo y de disfrutar de la naturaleza, ya es loco. Si alguien tiene el atrevimiento de apasionarse por el arte y de ver arte en cada elemento del mundo, ya es loco.

Así que no está tan mal ser loco desde que se sepa que esa locura se traduce en felicidad y bienestar propio y colectivo. Está peor robar para tener dinero y hacer fraude para obtener un trabajo de buen estatus social, pero claro, esto es aceptable porque es en pos de la razón. Lo importante es que siempre analicemos qué tan sensato es lo que la sociedad quiere que hagamos y qué tan feliz nos hace. Porque si la razón de la sociedad es nociva y nos hace infelices, ¡qué carajos, seamos locos! De todas formas nos van a juzgar.

viernes, noviembre 01, 2013

Colombia no es feliz.

Hace unas semanas salió en las noticias que Colombia ya no era uno de los países más felices del mundo, y pues eso dio pie a este post.

Lo del país más feliz del mundo, para mí, siempre fue una ilusión. Colombia es muy alegre, mas no feliz. Los colombianos que realmente somos felices (sí, me considero feliz) no somos tantos como para representar un gran porcentaje de estos 45 millones de hombres y mujeres que sufren por opción o forzosamente. Y quiero aclarar acá que no me refiero exclusivamente a las muchas personas que viven en pobreza o miseria, a aquellos que han sido secuestrados o desplazados, a quienes les han asesinado sus seres queridos, a las personas maltratadas y abusadas (que son quienes sufren forzosamente); me refiero también a los que sufren por amores contrariados y malogrados, a los que se esclavizan al dinero, la belleza y demás cosas mundanas que no pueden nunca tener de manera suficiente, a los que se quieren rebelar sin causa y solo logran frustarse, y a todos ellos que, a mi parecer, sufren opcionalmente. Es que a muchos de los colombianos les gustan hacerse los sufridos para obtener ventajas, y ellos mismos terminan creyéndose el cuento.

Y no solo son infelices aquellos que viven sufriendo porque quieren (que son muchos) sino también aquellos que viven guardando rencores y pensando en venganza. Yo me quedo aterrada de cómo alguien puede acumular tantos sentimientos negativos hacia otra persona y cómo pueden llegar a querer afectarla de tantas formas realmente serias. La gente en ocasiones considera crueles a quienes dicen lo que piensan directamente y sin maquillaje, pero muchas de estas personas "crueles" les basta expresarse para estar en paz; al contrario de muchas personas que nunca dicen nada, pero que viven planeando venganzas y haciendo malas acciones en contra de otras personas. Yo considero que no es necesario, ni positivo, seguir acumulando razones para odiar a alguien y para amargarse la vida, cuando ya las cosas han pasado. Es mejor continuar y hacer algo positivo por la vida.

Entonces, cuando yo escuchaba que Colombia era uno de los países más felices del mundo, yo siempre era escéptica a la noticia, porque a diario veo personas que no saben disfrutar la vida, que se enfocan en hacerle mal ambiente a los demás y en hacerse los sufridos y que, por ello, no son felices. Los colombianos somos muy alegres: nos encantan las fiestas, bailar, tomar, reunirnos con los amigos, asistir a festivales... pero esto no garantiza la felicidad real. La alegría es una emoción efímera que no se puede comparar con la felicidad, la cual implica vivir tranquilo y satisfecho con lo que se es, con lo que se hace y con la forma en que se hace.

Así que no es de extrañarnos que un estudio demuestre que los colombianos no son felices, el hecho es que aquel estudio que lo afirma se enfocó en los indicadores más próximos a dar cuenta de la felicidad, mientras que los estudios previos solo eran medidores de alegría. Confundir alegría con felicidad es como confundir nivel económico con nivel de calidad de vida.

Los invito a que intenten ser felices realmente y a abandonar todas esas tonterías que solo les amargan la existencia, a ver si así logramos una Colombia feliz. Olviden la violencia, la venganza, la autocompasión. Trabajen para lograr lo que quieren, cultiven las relaciones personales y disfruten la vida.